


Corría mediados de la década del dos mil, todavía quedaba algo de juventud, en esos años que la mezcla del trabajo y el carrete ya empezaba a pasar la cuenta.


Fue en esa época que en grupo de amigos y amigas nos juntábamos a compartir en una pequeña plaza llamada «La Rotonda, ubicada al final de la Calle Los Litres, Sector Seis de Los Quillayes.
En este lugar nos encontrábamos para contar como nos había ido durante el día, comentar hechos interesantes y aprovechar de compartir algunas anécdotas.
En este contexto llegaba un muchacho moreno, de pelo negro, un poco enrulado y de una personalidad muy humilde que todos conocían como «Harry».
Generalmente con el compartíamos los días viernes con el, tomándonos un jote, sentados en unos improvisados asientos en la pequeña plaza.
Eran tan divertidos los vacilones que las risas eran por montón. El único problema que el día viernes nos quedábamos hasta más tarde los (as) vecinos (as) reclamaban por el siguiente motivo.
Nuestro amigo Harry tenia una risa contagiosa y fuerte, que despertaba a cualquiera que estuviera durmiendo en las cercanías de la rotonda.
Frases como ¡Cállate Harry! ¡Te podí callar Harry C…..! Y otras de grueso calibre le decían para que parar de reírse, pero toda advertencia era inútil porque cuando lo agarraba la carcajada era muy difícil de callarlo.
En varias oportunidades bajaron personas del sector increpándonos que nos fuéramos por culpa de la risa del Harry. Estamos hablando tipo dos de la madrugada cuando mucha gente duerme para ir a trabajar un sábado.
Nosotros tratábamos de hablar lo más bajo posible, pero si salía una talla chistosa la risa del Harry nos delataba.
El nos conto su historia de vida la que encontramos muy triste y la cual no contaré por respeto a su persona. Un día nos dijo que tenía que irse y jamás lo he vuelto a ver.
Donde estés amigo que tu risa y alegría no se apaguen nunca.




Un sorprendente hecho ocurrió en un centro comercial de La Florida, donde dos mujeres protagonizaron una brutal pelea.





Debe ser una de las micros más conocidas del Transantiago. Su fama se debe a que en las postrimerías del carrete, cuando ya la mayoría solo quiere su cama, el carrete llama nuevamente y lo hace en un escenario difícilmente explicable: una micro. La 210 da lugar otra vez al desenfreno de la noche y se transforma en el mejor after hour rodante. La fiesta improvisada, que a veces lleva sexo y drogas, también puede transformarse en un carrete inseguro y poco amistoso.

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En fallo unánime, el tribunal condenó a C.P.S.G a la pena de 6 años de presidio efectivo, en calidad de autor del delito consumado de robo con fuerza en las cosas en lugar habitado. Ilícito cometido en octubre del año pasado, en la comuna de La Florida.




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