La bohemia siempre ha sido algo que acompaña al ser humano para celebrar, escapar de las responsabilidades, socializar o simplemente para salir de la monotonia del día a día.
El Bar Entre Dos, lo sentí como una iniciativa de sacar la vida nocturna de los tradicionales barrios y traerlos hacia la periferia, para darle un brillo distinto a las noches de fin de semana de nuestro sector que merecía un poco de luz y entretención.

Este espacio nocturno paso a paso se transformó en un punto de encuentro para aquellos que buscaban disfrutar de los viejos clasicos, esos karaokes desfinados, pero acompañados de la buena onda. Además, de tener esas bandas en vivo que no renuncian a sus sueños de ser famosos o que tocan para sentirse vivos con la musica.
¿Cuántos fueron a disfrutar de un trago junto a un grupo de amigos y amigas?, ¿Tuvieron su cita? o fueron simplemente a ver un partido de fútbol de su club favorito. Muchos pasaron de un momento de conversación ociosa hacia una intelectualidad que brotaba con la noche.




Muchas caras al avanzar de las maduras e inmaduras tertulias invadidas por la risa, la emoción o las lagrimas. Nunca faltaba esa alma que llegaba a la barra solo acompañado con la soledad que buscaba aislarse por momentos de su propia realidad que quedaba esperando afuera del local.




El Entre Dos, es como una leyenda imborrable para la generación de los treinta, cuarenta y algo más, un experimento exitoso que para pasarla bien en un boliche cercano a nuestra casa y que quedará en el archivo de los que disfrutamos sus inolvidables noches.