El fin de la jornada laboral y el retorno al hogar es la última misión para llegar al hogar a compartir un poco con la familia, para luego ir a dormir para recuperar energías para el otro día.
Comúnmente entre las seis y nueve de la noche la locomoción colectiva viene con alta afluencia de público, sin contar que debemos por mínimo hacer tres transbordos.
Entre fines de los años noventa y principio del dos mil existía el sistema de transporte conocido como “las micros amarillos”, que hacían largos trayectos sin la necesidad de hacer combinación con otros buses o el metro.
En esos años yo trabajaba en las cercanías del Diario La Tercera, ubicado en Vicuña Mackenna, por eso debía tomar la micro en la esquina con Ñuble para retornar a mi casa.
Varios recorridos me servían, entre ellos estaban la 357, 373, 354 y mi favorito la 405, que para mi gusto eran las maquinas más rápidas.
Muchas veces los buses venían llenos de gente por lo que la gente debía venirse parada y en algunas ocasiones colgando solo para volver a su casa a descansar.
Cuando se estaba con suerte había un asiento vacío o una persona se bajaba en el lugar donde subíamos y esto nos daba la oportunidad de viajar un poco más cómodo.
En mi caso personal y creo que a varios les paso que en alguna ocasión nos quedamos dormidos pasando varios kilómetros de nuestro lugar de bajada.
Recuerdo que una vez llegué hasta el paradero de la 405, en Los Navíos, donde fui despertado por Daniel, más conocido como el “Cuco”.
La situación parece que era costumbre porque un chofer que iba saliendo me llevo hasta Julio Cesar con General Arriagada, donde debía bajarme originalmente.
Esto no solo me paso en esta micro, una vez en la 373 llegue hasta el paradero de Miguel Mujica con Rafael Matus, al costado de La Calvo y en la 605.
¿Te quedaste dormido (a) alguna vez en la micro?