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El Cerro Chequén: Una historia en los límites de La Florida y Puente Alto

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Los que viajan hacia el Cajón del Maipo por avenida La Florida y su continuación Camilo Henríquez, seguramente están familiarizados con la visión de un cerro con una gran cruz haciendo guardia del lado oriente, que parece desprenderse del macizo precordillerano de la Sierra de San Ramón para acercarse hacia la autopista. Es el Chequén, que comienza a hacerse visible en la comuna de La Florida pero que, antaño, cuando las alturas de los edificios eran menores, podía ser distinguido prácticamente desde todo este sector al Sur del valle mapochino, ya cerca de los límites con el río Maipo.
Este cerro isla está ubicado en el extremo Sur de la avenida Tobalaba, entre las riberas de los canales San Carlos y Las Perdices. Supongo que su puntilla debe ser la que aparece señalada a veces como Chequencito y Chequencillo en cartografía antigua y mapas coloniales, ya que había un Chequén mayor en el cordón. Su vistosa posición en el llano lo convertía en una referencia importante para los viajeros del pasado, al igual que sucedía con los cercanos cerros Ballena, Las Cabras y el Cerrillo de Las Vizcachas en Puente Alto.
El nombre del Chequén proviene de la denominación nativa chequeñ, dada a un arbusto de los bosques esclerófilos cordilleranos que crecen entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos en Chile, correspondiente a la Luma chequen de los científicos.
A pesar de no ser de gran altura, son las características orográficas del Chequén o Chequencillo de antaño las siempre lo hicieron destacar en la geografía valle, sirviendo de referente y punto de orientación: además de su posición relativamente aislada, el cerro alcanza unos 110 metros de altura y 692 metros sobre el nivel del mar, con unos 60 metros entre sus extremos, más otros 60 metros de alturas mucho más bajas en una prolongación de su masa hacia el poniente, desde su vértice Norte, correspondientes a la señalada puntilla que ha dividido históricamente allí las comunas.
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El cerrillo de Chequén en el plano-esquicio del “Trazado del Canal del Maipo” de 1743, ilustración de autor desconocido. El Norte está hacia la izquierda.
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El Portezuelo del Cuequencito en el “Plano del Llano del Maipo”, de Antonio Lozada y Caraballo, esquema elaborado en el siglo XVIII. La dirección Norte-Sur está girada (observar referencia de la rosa cardinal).
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Ubicación del cerro Chequencillo en el plano “Mapa demostración del río Maipo”, del Capitán Nicolás de Abos y Padilla, de 1746. Norte hacia la izquierda.
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El Chequén claramente señalado y retratado en el “Plano del terreno comprendido entre la Ciudad de Santiago y el río de Maipo”, de autor anónimo del siglo XVIII. Norte hacia la izquierda.
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El cerro en el plano “Santiago y sus alrededores” de Agustín Rengifo para el directorio la Sociedad del Canal del Maipo, de 1902. Eje Norte-Sur ajustado en la carta.
Su nombre también se daba a la gran Hacienda El Chequén (o Del Chequén) de la Compañía de Jesús, después llamada Hacienda Santa Rosa del Peral. Esta propiedad, base de la futura comuna de Puente Alto, ocupaba los terrenos antes denominados El Arrayán, que antiguamente habían pertenecido a Juan Jufré y Montesa desde 1576, en lo que hoy se identifica como la Provincia del Maipo, desde la cordillera hasta el Camino Real del Vado o Paso de Tango, que iba sobre el río Maipo y que se cree coincidente con la actual autopista de la Panamericana.
Aquella Hacienda El Chequén de los jesuitas, que tomó su nombre del cerro Chequén mayor, iba desde Lo Cañas y el Zanjón de la Aguada hasta el río Maipo, y desde la línea de montañas hasta el Camino Real del Puente Nuevo, coincidente con la actual avenida Santa Rosa. El cerro estaba justo en el límite Nororiente, separándolo de la Hacienda Lo Cañas.
Remontándonos en el tiempo a través de cartas y planos de época, observamos que en el dibujo esquemático de 1743 con el “Trazado del Canal del Maipo”, de autor anónimo, se señala en su extremo derecho al cerro Chequén dibujado de manera muy sencilla. Tres años después, el Capitán Nicolás de Abos y Padilla señala al Chequencillo en su plano “Mapa demostración del río Maipo”.
En el documento de la segunda mitad del siglo XVIII titulado “Plano del Llano del Maipo”, de Antonio Lozada y Caraballo, se indica al Portezuelo del Chequencito, con su doble cerrillo ilustrado allí al final del también llamado Camino del Chequencito. Lo de portezuelo se debe a la depresión de alturas que permitía un paso entre este cerro y los del contorno del Bosque El Panul, continuando así un camino entre ellos hacia el Maipo (por donde ahora va el Canal Las Perdices, más o menos).
Mejor representado aparece el Chequén en otra carta del mismo siglo, también de autor anónimo, titulada “Plano del terreno comprendido entre la ciudad de Santiago y el río Maipo”, elaborado para mostrar el trazado del canal que debía llevar el agua a la urbe.
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La exhacienda jesuita, en tanto, fue comprada a la Junta de Temporalidades por los hermanos Manuel y Juan de Dios Mena, en 1783. El trazado del Canal San Carlos ya estaba decidido por estos territorios de El Peral, para entonces, aunque varias dificultades y obstáculos fueron postergando la consumación del proyecto.
A la sazón, hacia el pie del cerro y por donde pasará después el canal, había un grupo de árboles de higos del fundo, conocido como las Higueras de Adames de las que hablaron los comisionados Manuel de Salas, Juan Bautista de las Cuevas y Antonio de Hermida en un informe al Cabildo del 30 de diciembre de 1796, hecho a propósito de los planes para concluir aquellas canalizaciones pendientes de aguas tomadas del río Maipo.
Don Manuel Mena, por su parte, intentó retomar y terminar los trabajos de construcción del canal que cruzaría completamente su propiedad, detenidos precisamente en la proximidad del cerro de nuestra atención. Sin embargo, las varias complicaciones persistentes también hicieron naufragar su proyecto, en 1806.
Sólo hacia 1811 pudieron ser retomadas las obras del canal, por cierto, durante el Gobierno del General José Miguel Carrera, aunque el Desastre de Rancagua volvió a detener el proyecto entre 1814 y 1818. Recién en 1820, consolidada ya la Independencia, pudo ser inaugurado y puesto en plenos servicios, no obstante que los trabajos continuaron durante el año siguiente, obligando al Gobierno de Bernardo O’Higgins a emitir una moneda obsidional de cobre para el pago específico de los obreros, a falta de plata, motejada como la “trucha del Maipo”.
Cabe recordar que, en aquellos terrenos de la hacienda, se encontraba por entonces el inicio del antiguo camino colonial hacia Tunuyán y Mendoza, además del puente colonial de cal y canto por el que habría pasado Charles Darwin durante su visita al país, bastante cerca del cerro y sobre el Canal San Carlos. Este puente ha sido puesto en valor recientemente, gracias a un esfuerzo iniciado por el investigador Edison Carreño, con la expectativa de ser recuperado con la construcción de un parque histórico en su alrededor.
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En el ordenamiento comunal definido entre fines del siglo XX y principios del XX, el cerro quedará en el límite que se heredará a las jurisdicciones municipales de Puente Alto y La Florida, creadas en 1898 y 1899 respectivamente. Esta referencia como deslinde se mantendrá hasta nuestros días, como veremos.
La gran propiedad de la Central Hidroeléctrica La Florida, en tanto, se remonta a 1906, cuando los canalistas del Maipo arrendaron el uso de la fuerza de aguas de sus canales a la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad, inaugurándose la planta en la ladera Norte y las faldas del cerro Chequén chico, en 1909. Conocido hoy como Complejo Florida Eléctrica Puntilla, fue la primera planta generadora hidroeléctrica para abastecer Santiago.
Hasta 1923, sin embargo, el cerro pertenecía al territorio al oriente de la Subdelegación 16 “El Peral” de la Municipalidad de Lo Cañas y luego la de Puente Alto, en el Departamento de La Victoria. Ese mismo año, en el “Álbum Zona Central de Chile”, de Juvenal Valenzuela O., el Chequén aparece como parte de la mencionada Hacienda Santa Rosa del Peral de propiedad de don Julio Puga Borne, destacado político y abogado liberal chileno de gran prestigio en la historia de la industria vitivinícola nacional.
Ubicada a sólo dos kilómetros de la Estación los Quillayes del ferrocarril Santiago-Pirque, dicha hacienda contaba con 228 cuadras regadas por el canal, 16 potreros y 54 hectáreas de viñedos de cepas francesas, con las que producía grandes cantidades de vino en sus enormes bodegas. Y con respecto al cerro, la misma fuente señalaba que, por entonces, en él se explotaban carbón y leña, así que podemos imaginar que había una presencia arbórea mayor que la actual.
El Decreto con Fuerza de Ley N° 1-3.260 del 9 de marzo de 1981, sobre nuevas comunas, reafirmó al Chequén como referencia para los límites, en este caso de La Florida y Puente Alto. Al señalar los deslindes floridanos al Sur de la comuna, indica la ley:
“La línea de cumbres de los cerros Santa Rosa del Peral, desde la cota 2251 hasta el canal San Carlos, junto a la puntilla del cerro Chequén, pasando por el trigonométrico cerro Santa Rosa; el camino que continúa hacia el oriente la avenida Trinidad y su prolongación en línea recta, desde el canal San Carlos, junto a la puntilla del cerro Chequén, hasta la avenida La Florida…”
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El Chequén, ya no más Chequencillo, está dividido hoy entre las propiedades del Cementerio Parque del Recuerdo Cordillera, de un centro deportivo de Codelco y de la Sociedad del Canal del Maipo con la hidroeléctrica, costado por el que se encuentra el mejor camino de ascenso a su cumbre. El explosivo crecimiento de la urbanización y las residencias lo ha ido acorralando desde su extremo Sur-poniente, quedando aún algunos terrenos disponibles en estos sectores para que nuevos proyectos inmobiliarios trepen casi hasta sus faldas.
De este modo, vemos que el entorno del cerro está definido por las villas y el doble cementerio del Parque Cordillera La Florida y Parque del Recuerdo Cordillera, a sus pies. Lo contornean la avenida Las Perdices y el camino interior de la Sociedad del Canal del Maipo, en la central hidroeléctrica. Es un paisaje urbano que aún parece estar en transformación.
La fisonomía del cerro semeja bastante a la que se ve en el Parque El Panul, a poca distancia de este lugar, al menos en apariencias. La cantidad visible de la flora varía, habiendo períodos en que se lo observa más verde y en otros más áridos. Los cálculos señalan que su cobertura arbórea ronda entre el 50% y el 60% de sus 67 hectáreas. La sequedad de los pastos durante las estaciones más calurosas ha sido un peligro real de incendios, varias veces muy manifiesto.
Como el Chequén presenta una elevación que se va afilando hacia la cumbre, se lo puede ascender por varios de sus costados, pero por el lado poniente se empina en los últimos tramos haciendo de gran demanda física el desafío y de mucho peligro el intento de descenderlo por este mismo sector, dividido por grandes rejas. Un arrollo lo circunda por este lado, hacia calle Las Perdices. Por el costado de los cementerios es más fácil, pero hay un tramo en que se camina junto a un corte del cerro de gran altura (se desmontó para abrir el camino asfaltado), y por lo tanto peligroso. El ascenso menos complicado es por su costado Norte y oriental, en donde están trazados los caminos hacia su cruz blanca en la altura, pero hay restricciones de acceso a causa de las propiedades particulares en que se divide el mismo cerro.
En la cumbre, en donde hoy está la cruz, emerge una gran cantidad de roqueras, con algunas piedras de gran tamaño que la imaginación invita a querer comparar con ruinas de una imaginaria fortaleza. De todos modos, no me extrañaría que, a futuro y considerando lo visible que era en este lado del valle, el Chequén aparezca como un posible antiguo centro ceremonial o algo parecido, como sucede con otros de la Región Metropolitana como Cerro Navia, Cerro Chena o el mismo Santa Lucía.
Lo que más destaca del cerro en la distancia es su gran cruz blanca, de unos diez metros de altura. No tengo claro si hubo alguna anterior a la actual (posiblemente, una más pequeña), pero llaman la atención las proporciones del material y el gran trabajo de montaje de la misma pieza metálica en la cumbre, firmemente enclavada en la cima. Y aunque está un tanto vejada con pintura aerosol y plumones, a veces llegan allí grupos de niños escolares acompañados por profesores, para limpiar el lugar y eliminar los restos de muchas visitas imprudentes que han dejado vestigios como papeles, bolsas, botellas y latas de cerveza.
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Hay información interesante sobre este lugar en el sitio web de la agrupación Santiago Cerros Isla, quienes le asignan el número 8 de los que hay en la capital, aunque recuerdo también cuando el Chequén era más bien un cerro aislado y periférico, acaso ajeno a la ciudad, antes que ésta creciera como levadura hasta sus pies. El desarrollo urbano y la expansión habitacional fueron lo que convertiría a éste en otro de los cerca de 26 cerros islas de Santiago.
Inaugurado en 1998, el Cementerio Parque del Recuerdo Cordillera contempla 52 hectáreas que aún no están consolidadas en su totalidad, justo por el lado de la falda oriental del Chequén. Si a ello sumamos el acercamiento de la villa residencial Las Perdices (inmobiliaria Enaco) y el encierro cada vez mayor del terreno urbanizado alrededor del cerro, hay razones claras para sospechar que podría terminar siendo intervenido por futuras construcciones.
Sobre lo anterior, cabe señalar que, de acuerdo a la información divulgada también por la agrupación Santiago Cerros Isla, la categoría de “parque intercomunal” definida para el cerro por el Plan Regulador Metropolitano de Santiago de 1994, caducó por no haberse consolidado como área verde (artículo 59). Esto significa que, actualmente, estaría expuesto a posibles intereses de proyectos inmobiliarios.
No han sido los únicos problemas para el cerro: el viernes 6 de febrero de 2009, por ejemplo, se produjo un grave incendio en el Chequén, que consumió 10 hectáreas de pastizales y matorrales, debiendo ser combatido con ayuda de un helicóptero y extinto tras un día entero de esfuerzos de los bomberos. Y el 8 de diciembre de 2010 (el mismo día del trágico incendio de la Cárcel de San Miguel), un fuego intencional calcinó otra vez gran parte del mismo en horas de la madrugada, pudiendo ser controlado con grandes fatigas por los bomberos de Puente Alto.
Posteriormente, el 28 de noviembre de 2013, estalló otro fuego en las faldas del cerro, por el sector de su puntilla, también por intervención humana. Los miembros de la Sociedad del Canal del Maipo se organizaron para ayudar a reforestar el cerro, tras el siniestro. De este modo, en septiembre de 2016 se plantaron más de 100 quillayes que recuperaron el verdor para este lado del Chequén, esbozándonos las estéticas y reconfortantes posibilidades del cerro para volverse un grato parque verde, con un bueno esfuerzo más.
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