Quien no conoció o escuchó hablar del “Tranque, La Calvo o El Hoyo”, posiblemente no supo de la lo que significaba para los niños de los años 80 y 90, aventurarse por esos lugares con la adrenalina de la infancia.
Uno de los retos que teníamos cualquiera que perteneciera a esa generación, era cruzar el sector de los Pozos Áridos, el cual estaba ubicado en la parte trasera del Tranque que estaba al costado del sector de La Calvo.
Variados mitos y rumores existían de ese lugar del cual se extraían áridos para procesar y así obtener Hormigones, Arenas, Gravilla, etc.
Algunos de ellos eran de personas muertas por caer al Pozo, personas ahogadas en las arenas, que los guardias portaban escopeta para dispararles a las personas que se pasaran e incluso que habían ocurrido hechos de índole delictual.
Con todas esas cosas aumentaron las ganas de mi grupo de amigos de internarse en ese pozo como una especie de misión de guerra.
Aunque tenía mucho miedo de ir a ese lugar uno no podía decir que no, porque quedabas de cobarde y por otro lado tampoco quería ser menos que el resto.
Venciendo todos los temores nos fuimos metiendo al “Hoyo Minero” como le decíamos y descubrimos lo grande que era, sus grandes rocas, los caminos marcados por los camiones y las pozas de agua que se formaban.
Recuerdo haber estado muy nervioso por el temor de ser descubierto por algún adulto o que nos ocurriera algo malo.
A eso pasamos por un lugar húmedo por donde vimos los ratones más grandes que he visto en mi vida (Guarenes), de los cuales arrancamos por el susto.



A eso llegamos a un sector donde había una gran pared o portón de unos metros importantes, el cual tuvimos que escalar para salir a la una calle de tierra con árboles al costado.
Esa calle tuvo que haber sido Rafael Matus o Troncal San Francisco, de la cual salieron unos perros rabiosos que nos persiguieron una larga distancia.
Esa aventura duró un par de horas, pero en eso momento fue algo eterno que pensé que nunca iba a terminar.
Después de ese momento decir que cruce ese lugar era un orgullo, no tanto por pasar ese lugar, más bien por haber vencido el temor.